En plena comarca de La Alcarria (Guadalajara) se encuentra la villa monumental de Pastrana, que inmortalizó Camilo José Cela en su «Viaje a la Alcarria».
Palacio Ducal
El pretor romano Tiberio Sempronio Graco destruyó la ciudadela carpetana durante la conquista en el año 180 antes de Cristo. 100 años después fue reconstruida por orden del cónsul Paterno Paterniano, de quien tomó el nombre de Paternina.
Vista de Pastrana
En el año 1174, el rey Alfonso VIII de Castilla concedió la entonces aldea de Pastrana a la Orden de Calatrava, de quienes obtendría importantes privilegios.
Más adelante, el rey Enrique II de Castilla a propuesta del maestre calatravo le concedió el privilegio de villazgo en 1369. Pastrana creció a partir de entonces en detrimento de la población vecina de Zorita de los Canes.
Calle Princesa de Éboli
En 1541 compró la villa a la Corona doña Ana de la Cerda, abuela de la célebre doña Ana de Mendoza de la Cerda (princesa de Éboli), quien casaría con don Ruy Gómez de Silva, secretario real de Felipe II, quienes obtuvieron del Rey los títulos de Duques de Pastrana y Príncipes de Éboli.
Fuente de los Cuatro Caños
Con el ducado comienza una época de esplendor para Pastrana. Los duques fundan la Colegiata y ayudando a Santa Teresa de Jesús, dos conventos de carmelitas descalzos en 1569. En 1573 muere el duque Ruy Gómez, y su viuda, la princesa de Éboli, decide meterse a monja en la Concepción, causando numerosos escándalos en el convento, razón que impulsa a Teresa de Jesús a llevarse a las monjas de la población.
En julio de 1579, al conocer el rey Felipe II, las intrigas de la princesa de Éboli y su secretario Antonio Pérez, ordena el encarcelamiento de Ana de Mendoza. La Princesa de Éboli permaneció encerrada sus últimos años en su propio Palacio Ducal hasta su muerte en 1592.
Plaza de la Hora
En la Plaza de la Hora se encuentra el Palacio Ducal, renacentista (Siglo XVI), que fue obra del arquitecto Alonso de Covarrubias.
Es de planta cuadrada con torres en las esquinas y patio central. En el interior, destacan los artesonados platerescos.
Interior de la Colegiata
La Iglesia Colegiata de la Asunción tiene sus orígenes en una primitiva iglesia románica del siglo XIII construida por los caballeros calatravos, de la que aún se conservan algunos elementos.
La primera gran trasformación se produce a partir de 1569 cuando el primer duque de Pastrana, Ruy Gómez de Silva, obtiene la bula pontificia que permite convertir el templo en Colegiata. Para adaptar el inmueble a su nueva categoría canóniga construye una amplia cabecera de estilo gótico, conservando las naves, de lo que ahora mismo es el coro, sin ser alteradas.
La segunda gran transformación se realiza entre 1626 y 1639 cuando el arzobispo Pedro González de Mendoza reedifica y amplía el edificio.
Patio de la Colegiata
El casco histórico destaca por su arquitectura popular, alternando con las casas palacio gótico renacentistas, entre la Plaza de la Hora y los alrededores de la Colegiata.
Calle del Heruelo
El Convento de San José fue fundado por Santa Teresa. La localidad forma parte de las «Huellas de Santa Teresa», ruta de peregrinación, turística, cultural y patrimonial que reúne las diecisiete ciudades donde Santa Teresa de Jesús dejó su «huella» en forma de fundaciones.
Fuente de los Cuatro Caños
El Convento de San Pedro es donde San Juan de la Cruz fundó los carmelitas renovados, mientras que el Convento de San Francisco, destaca por su fachada y claustro de ladrillo.
Palacio Viejo
El Palacio Viejo fue el único edificio construido fuera de la Muralla Medieval como Hospedería de la Orden de Calatrava. conservándose su fachada gótica.
Plaza de los Cuatro Caños
La Gastronomía de Pastrana se enmarca en la tradición culinaria de las tierras de Guadalajara y especialmente de La Alcarria. El cordero asado y en caldereta, las migas, las gachas, la pesca, la caza y el morteruelo son algunos de sus platos más típicos.
Los dulces de Pastrana gozan de reconocida fama, especialmente sus yemas de Santa Teresa, sus bizcochos borrachos y un largo etcétera para endulzar el paladar más exquisito.
Los vinos con D. O. Mondéjar son los indicados en esta tierra para acompañar los manjares alcarreños.
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