La Adrada es una villa enclavada en el Alto Tiétar, rodeada por bosques de encinas, castaños, pinos y robles, entre las sinuosas gargantas de la Sierra de Gredos (Ávila).
Desde 1250 se conoce la población y se considera probable que la localidad estuviese habitada por una mezcla de población musulmana y mozárabe.
En 1274 el concejo de Ávila concede a la aldea en precario la posibilidad de roturar en un heredamiento en el puerto de la Avellaneda, siendo ratificada la cesión por el rey Fernando IV.
El 14 de octubre de 1393 el rey Enrique III concedió en Madrid el privilegio de villazgo a la aldea de La Adrada. Estas posesiones, por causa de la caída de favor de López Dávalos, fueron enajenadas por el rey Juan II en 1422, y un año más tarde, en 1423, se concedió el señorío a D. Álvaro de Luna.
En el siglo XV tras un corto periodo en manos de D. Álvaro de Luna, y posteriormente de su esposa Juana de Pimentel, el señorío pasaría a manos de Mencía de Mendoza, esposa de Beltrán de la Cueva.
El V Marqués de la Adrada, Juan Francisco de Leyva y de la Cerda (1604-77) llegaría en el futuro a convertirse en virrey de la Nueva España.
Entre la arquitectura tradicional de la Villa destaca la casa del Tío Talis, edificio de planta irregular, acabado con piedra natural y teja cerámica, consta de dos plantas y buhardilla.
Por Las Escalerillas, calle con construcciones tradicionales de piedra natural, enfoscado, teja, cerámica y carpintería de madera, accedemos a El Torrejón, barrio típico de La Adrada , desde donde mirador se pueden divisar vistas maravillosas desde su mirador.
El Castillo de La Adrada consta de una muralla y un recinto interior en el que originalmente existía una iglesia gótica, posible origen de la fortificación (siglos XIV – XV).
En el siglo XVI se levantó la Torre del Homenaje y se construyó un gran cubo artillero. Tras ello, el castillo se transformó en palacio renacentista porticado, según el uso castellano.
Entre los platos de típicos de su gastronomía destacan el gazpacho veraniego, las judías con chorizo, las patatas revolconas, el cochinillo y el chuletón de Ávila.
Los vinos con D. O. P. Cebreros acompañan perfectamente a los platos de la gastronomía local.
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