Tarazona, a los pies del Moncayo, ha sido frontera histórica entre los reinos de Castilla, Navarra y Aragón, en el paso natural entre la Meseta y el Valle del Ebro.
En el escudo de la ciudad se lee la leyenda mitológica de la fundación de Tarazona que atribuye la edificación de la misma a Tubalcaín, y la reedificación a Hércules.
Tarazona recibió el nombre de Turiaso en época romana, acuñando su propia moneda. En el siglo VI surge como una de las fortalezas visigodas más importantes conocida como Tirasona.
La diócesis de Tarazona está documentada desde el año 449, cuando el obispo León fue asesinado por las tropas bagaudas, siendo una de las más antiguas de España.
Ocupada por los musulmanes en torno al año 714, la ciudad crece notablemente, mientras los judíos se instalan en la parte baja de la villa.
La ciudad fue reconquistada en 1119 por el rey Alfonso I de Aragón «el Batallador». En 1170 se celebró en la iglesia de San Miguel la boda entre Alfonso VIII de Castilla y Leonor de Inglaterra.
El 6 de febrero de 1221 el rey Jaime I «el Conquistador», se casó en la vecina ciudad soriana de Ágreda con Leonor de Castilla a la edad de trece años. Tras el enlace, la comitiva nupcial se trasladó a Tarazona para que el rey fuese armado caballero en la Catedral y él mismo se ciñó la espada.
En la Guerra de los Dos Pedros, la ciudad fue ocupada por las tropas castellanas durante nueve años y sufrió enormes daños, recuperando los aragoneses la ciudad en 1366.
En 1483 y 1495 se celebraron Cortes en Tarazona con la presencia de los Reyes Católicos. La expulsión de los moriscos (1609-1610) supuso una importante pérdida para Tarazona.
En la Guerra de Sucesión, Tarazona apoyó al que sería el futuro monarca, Felipe V, quien en 1707 recompensó su fidelidad con los títulos de «Fidelísima y vencedora ciudad» y la flor de lis borbónica del escudo.
Entre 1808 y 1813 fue ocupada por los franceses durante la Guerra de la Independencia, resurgiendo tras la contienda con la industria textil y posteriormente por la producción de fósforos.
La Plaza de Toros Vieja fue construida con planta octogonal entre 1790 y 1792 en el antiguo prado de la ciudad, siendo un edificio de 32 viviendas cuyos dueños alquilaban los balcones cuando había festejos.
La Catedral de Nuestra Señora de la Huerta, de planta gótica, es una de las primeras catedrales edificadas en este estilo en España y es el mejor ejemplo de arquitectura gótica en Aragón, sin embargo, el claustro y el exterior del cimborrio son mudéjares.
La iglesia de Santa Maria Magdalena, en el barrio del Cinto, se caracteriza por su esbelta torre de estilo románico-mudéjar. Es el templo más antiguo conservado en la ciudad, ya que su cabecera sillar con tres ábsides, de estilo tardo-románico, data de fines del siglo XII.
El Palacio Episcopal renacentista, fue construido sobre unos conglomerados que se alzan con gran altura sobre el Queiles, siendo en origen la antigua zuda musulmana.
Las Casas Colgadas son un conjunto de viviendas que fue edificado aprovechando el adarve de la muralla del barrio del Cinto. Mientras el acceso a las casas se encuentra en la calle del Conde, sus fachadas posteriores quedan voladas sobre la Judería mediante saledizos.
La gastronomía de Tarazona destaca por las verduras de la Vega del Queiles, especialmente la borraja, el cardo y la achicoria, el ternasco de Aragón, las migas con uvas, los caracoles o el «rancho», cuya base es la carne de conejo, patatas y verduras de temporada.
Los vinos con D. O. Campo de Borja, especialmente los de la variedad Garnacha maridan con los platos locales de Tarazona.
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